Los nietos ¿Una bendición?

Cierto es que cuando los hijos crecemos y nos vamos de casa, creamos un vacío en los padres que parece que vuelve a llenarse con la llegada de los nietos.
Nuestros padres vuelven a sentir lo que supone una inyección de inocencia, ternura y vitalidad en sus vidas; rejuvenecen en cierta forma al volver a hacer cosas que hicieron en su momento con nosotros; disfrutan de los nietos más que de los hijos porque no tienen (o no deberían tener) la responsabilidad y estrés de educarlos. Por otro lado, ven en ellos una prolongación de sus propios hijos y esto hace que se estrechen los lazos familiares, quizás porque nos consideran ya definitivamente adultos creándose una relación de igual a igual, siendo además nosotros plenamente conscientes de todos los sacrificios que ellos hicieron cuando éramos pequeños, cobrando sentido aquellas palabras de “lo digo por tu bien”, “cuando seas madre lo entenderás”.
Sin embargo, en los tiempos que corren, debido a la dificultad de conciliar la vida laboral y familiar de los progenitores (unido al elevado coste de las guarderías e incremento del mileurismo), se viene recurriendo de forma cada vez más progresiva a los abuelos para ejercer de cuidadores de los nietos cuando los padres estamos trabajando.
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