
Cierto es que cuando los hijos crecemos y nos vamos de casa, creamos un vacío en los padres que parece que vuelve a llenarse con la llegada de los nietos.
Nuestros padres vuelven a sentir lo que supone una inyección de inocencia, ternura y vitalidad en sus vidas; rejuvenecen en cierta forma al volver a hacer cosas que hicieron en su momento con nosotros; disfrutan de los nietos más que de los hijos porque no tienen (o no deberían tener) la responsabilidad y estrés de educarlos. Por otro lado, ven en ellos una prolongación de sus propios hijos y esto hace que se estrechen los lazos familiares, quizás porque nos consideran ya definitivamente adultos creándose una relación de igual a igual, siendo además nosotros plenamente conscientes de todos los sacrificios que ellos hicieron cuando éramos pequeños, cobrando sentido aquellas palabras de “lo digo por tu bien”, “cuando seas madre lo entenderás”.
Sin embargo, en los tiempos que corren, debido a la dificultad de conciliar la vida laboral y familiar de los progenitores (unido al elevado coste de las guarderías e incremento del mileurismo), se viene recurriendo de forma cada vez más progresiva a los abuelos para ejercer de cuidadores de los nietos cuando los padres estamos trabajando.
Así se habla de “abuelos/canguros”, muchos de los cuales realizan estas funciones “encantados”, lo disfrutan, y además, les produce un sentimiento positivo de utilidad, de mayor integridad familiar y mayor autoestima. Normalmente esto ocurre en aquellos casos en que el apoyo de los abuelos es de carácter voluntario y ocasional.
En muchos otros casos, sin embargo, los abuelos tienen una participación mucho más permanente en la vida de los menores: los recogen del colegio, los llevan a actividades extraescolares, les ayudan con los deberes, los bañan, les dan de cenar…etc, hasta que el padre/madre llega a recogerlos; en los meses de jornada reducida escolar (junio/septiembre) o en periodos vacacionales la implicación de los abuelos es aún mayor (todos sabemos la energía que tienen los niños y que hay que entretenerlos entre juegos, playa o piscina). Y así, en esta dinámica, el paso del tiempo en estas situaciones origina un importante desgaste físico y psicológico en los abuelos, que asumen ya no un rol de meros canguros, sino un rol de auténticos educadores, chocando además en muchas ocasiones las normas y límites propias, con las impuestas por los progenitores que suelen ser más permisivas, originándose tensiones generacionales y conflictos entre padres y abuelos (con la consiguiente desorientación del menor). Si pensamos en todos los hogares en los que la situación económica ha obligado a convivir bajo el mismo techo a tres generaciones diferentes, la bendición de un nieto puede convertirse en una maldición, y ese lazo de unión en una soga demasiado apretada.
Seguramente aunque muchos no lo manifiesten por no hacernos daño, y pese a su incuestionable voluntad de ayudar, sienten que se les ha impuesto una “obligación” no remunerada, no deseada y no retribuida y no saben cómo atajar la situación.
Como madre divorciada y como abogada especializada en asuntos de familia, hablo con perfecto conocimiento de causa, y es lamentable que hasta que la cuerda no se rompe, muchos no seamos conscientes de que esa labor increíble que los abuelos están haciendo por nuestros hijos (y obviamente por nosotros), tiene muchos efectos secundarios perjudiciales para ellos y para el grupo familiar en su conjunto. No sólo les afecta en su salud, sino que puede afectar a la propia relación de pareja de los abuelos, circunstancia bastante común cuando, especialmente la abuela, se implica demasiado en la tarea de cuidar a sus nietos, dejando a un lado su vida matrimonial; o en el caso contrario, queriendo abarcar multitud de tareas que le llevan al cansancio y al desgaste o, bien, porque los abuelos discrepan entre sí sobre la forma de tratar a los niños convirtiéndose el nieto en un punto de discusión o de división.
Si te has visto reflejado en esta situación, y no ves la forma de resolverla, actúa con sentido común, y reflexiona:
1º) Los abuelos tienen vida propia, y deben disfrutarla.
2º) No permitas que la inicial necesidad se convierta en costumbre por comodidad (uso/abuso).
3º) El abuelo no puede sustituir al padre, pero debe de ser escuchado en las normas a imponer a los niños. Cuando la relación de los abuelos con los padres es la de apoyo y complemento en la crianza de los niños, el éxito suele estar asegurado.
4º) No te olvides de agradecerles siempre el esfuerzo que están haciendo por ti, porque no es su obligación y no estaría de más, que con ese dinero que nos ahorramos en la guardería o en canguros tuviéramos algún detalle con ellos.
5º) Y si la situación se ha desbordado, en los Centros de Salud, existen las “Escuelas de Padres” en donde son bienvenidos todos los integrantes de la unidad familiar.
La otra cara de la moneda en las relaciones actuales abuelos/nietos, está integrada por todos aquellos abuelos, a quienes se les priva del derecho a estar con sus nietos. Si hay un denominador común entre los “abuelos a tiempo completo” y los “abuelos ausentes de las vidas de los niños”, es el egoísmo e irresponsabilidad de los padres (salvo casos muy justificados) y la falta de conciencia de que el perjudicado siempre, sin ninguna duda, es el menor. Afortunadamente, el ordenamiento jurídico parte del interés supremo del niño, y de su derecho a relacionarse no sólo con sus progenitores sino con toda su familia, por lo que expresamente se recoge este derecho en nuestro código civil y se regula un procedimiento judicial para lograr su efectividad. Personalmente, creo firmemente en la necesidad de la presencia de la figura de los abuelos en loa vida de los menores; con ellos se entabla una relación muy especial y diferente a todas las demás (compañeros de clase, de juegos, padres o hermanos). Por ello, si eres abuelo/a, no te pierdas la infancia de tu nieto ni le prives a él de tu compañía.
Y no quiero terminar este post sin hablar de aquellos abuelos que por circunstancias de la vida, tienen que asumir ya no de hecho, sino de derecho, el cuidado de sus nietos.
Las circunstancias pueden ser muy variadas: fallecimiento de una hijo/a divorciado/a, pasando a ocupar los abuelos la posición que tenía el progenitor; la dejadez de madres jóvenes solteras que anteponen su deseo de seguir disfrutando de la vida a sus responsabilidades como madres; los eventuales problemas con drogas de los progenitores; estancias en establecimientos penitenciarios u hospitalarios…
En todos estos casos, las soluciones legales difieren en función del cada caso particular. A veces, la tutela legal la ostenta la entidad pública (la Conselleria de bienestar social en el caso de la Comunidad Valenciana) pero el menor reside con los abuelos en lo que se denomina acogimiento en familia extensa; en otros, los abuelos son nombrados tutores legales (fallecimiento de los progenitores o privación o suspensión a éstos de la patria potestad) o bien ostentan exclusivamente la guardia y custodia de los menores manteniendo los progenitores la patria potestad (atribución temporal en casos de separaciones y divorcios, enfermedades de los padres o fallecimiento del progenitor custodio).
Sea cual sea la situación de cada uno, es conveniente regular la situación de hecho, por el propio bienestar del menor.